Hitler fue uno de los mejores
oradores del siglo pasado; de otra forma es difícil explicar el arrollador
ascenso y masivo seguimiento de sus proclamas. Su
facilidad para atraer y convencer a los oyentes era fantástica,
empleando las tres fases de un discurso con pasmosa brillantez. Cosa diferente es aplaudir su
contenido, algo que no voy a hacer por convencimiento
personal.
Como decía, un discurso se divide en tres
partes: ethos, logos y pathos.
Vamos a ver en qué consiste cada una de ellas:
ETHOS: Es la base del discurso ya que establece el vínculo entre el orador y los oyentes; sirve para enganchar, para preparar el terreno, por lo que el orador hace referencia a aquellos hechos, recuerdos o pensamientos compartidos con los oyentes.
LOGOS: Es la que entraña más dificultad y esfuerzo de las tres ya que en esta segunda fase el orador tratará de convencer a la audiencia desarrollando y potenciando sus propios argumentos en detrimento de los ajenos, los cuales tratará de destruir. Si alguna idea es débil o difícil de defender, el orador procurará pasar de puntillas sobre ella prefiriendo decir que el resultado "es inferior a cinco" antes que asegurar, si no es capaz de hacerlo, que "dos y dos suman cuatro".
PATHOS: Supone el colofón del discurso y se emplea para generar emociones: alegría, pena, excitación, patriotismo,... Sin levantar emociones el orador solo alcanzará la indiferencia.
En
resumen, una idea descabellada puede imponerse a un colectivo
mediante un brillante discurso que interprete correctamente las tres
fases que lo componen; por contra, un mensaje positivo puede caer en
el olvido si el discurso no consigue llamar la atención del público.
Tenemos que distinguir claramente entre el éxito de un discurso y su
contenido, con el que estaremos o no de acuerdo.
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